Ya es 31. Se supone que es momento de mirar hacia atrás, hacer balance, y pensar en un par de propósitos para 2013, ya sabéis: hacer deporte, aprender otro idioma, ponerse a dieta y tener mejor humor.
Pero no, ya que no se ha acabado el mundo, no voy a terminar el año mintiéndome tan descaradamente, con promesas que sé que no voy a cumplir. Habrá muchos cambios, yo solo espero ver todo un poco menos desdibujado, dejar atrás unos cuantos miedos y evitar que todo empiece a darme igual; ser capaz de distinguir lo que realmente importa, descubrir qué estoy buscando, respirar hondo y seguir hacia delante.
Y ahora, déjate de tonterías, nunca me gustaron las despedidas, ni los finales tristes, porque cada final es también un nuevo comienzo, así que vámonos a tomar unas cañas y a gritar muy alto en la San Silvestre, que es la mejor manera de cerrar un año.