lunes, 28 de septiembre de 2009

abajo


Abajo. Tan abajo que nunca podrías pensar que se puede volver a subir. Tan abajo que prefieres que nadie se acerque a tí, porque los arrastrarías contigo hacia tu infierno. Tan abajo que tan solo mirar hacia arriba y ver la luz te da vértigo. Caminas deprisa. Casi chocas con la gente que abarrota las calles. No ves a nadie. Solo son bloques borrosos. Las lágrimas te empañan los ojos. El rimmel corrido surca tus mejillas con dos líneas negras. Caminas deprisa. Nadie te ve. Nadie se fija en tí. Eres absolutamente invisible. Abajo. Tan abajo que estás al borde del precipicio. Tan abajo que pasa el tiempo y no ves una salida. Tan abajo como nunca lo has estado.

jueves, 17 de septiembre de 2009

arena


Bajo el sol, hundes los dedos entre la arena. Levantas un puñado en la mano y poco a poco la dejas caer, como si fuera un reloj. Pero no, aquí no existe el tiempo. Solo el sol. Te miro despacio. Tu piel resplandece, cubierta de pequeñas gotas de agua. Tienes los ojos cerrados. No puedes verme. Pero sabes que estoy aquí, contigo. Me acerco y dibujo con el dedo sobre tu espalda. Tranquilidad. Así me imagino el futuro. Porque el futuro está muy cerca, y allí estamos los dos, jugando como niños con la arena.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

incidencias


Estás frente al fax, mirándolo como si fuera una máquina extraterreste, con sus luces verdes y su pitido intermitente. Se enciende la pequeña pantalla y muestra un aviso amenazante: error de conexión, abrir tapa y desatascar papel.
Lo miras fijamente, intentando encontrar la tapa, el papel y apretando todos los botones disponibles, mientras la luz roja no deja de parpadear.
Te asomas a la puerta, buscas al informático y preguntas a media voz:

- Perdona, ¿me ayudas?
- Pon una incidencia.
- (Fuck)

Ahora estáis los dos observando esa máquina salida del infierno. Las luces siguen variando del rojo al verde. El pitido es insoportable. Él toca levemente el lateral del fax. Con excesivo cuidado, casi acariciándolo. Después, de forma brusca, da un golpe seco sobre un punto concreto de la superficie. Se apagan las luces. Apaga y reinicia. Ya está.

Su incidencia ha sido procesada con el número 5347.

martes, 1 de septiembre de 2009

ausencias


Camino despacio por el pasillo. La llave de hierro en mi mano izquierda es un peso liviano al que me aferro, es un pequeño lastre que me arrastra hacia el pasado. Atravieso el umbral a oscuras y llego hasta la salita. Apenas se ve nada, la habitación está en penumbra. Levanto ligeramente la persiana y la luz se cuela poco a poco por las rendijas, casi no puede atravesar las pesadas cortinas. Los objetos cobran forma, ahora puedo distinguir la vieja mesa de madera, con el brasero, y el colosal sillón junto a la ventana. Sobre el asiento aún hay un libro a medio leer; sobre la estantería, unas viejas gafas de metal y una pipa. La muevo entre los dedos, el olor dulzón del tabaco me trae a la memoria demasiados recuerdos. Cierro los ojos y puedo verme allí, envuelta entre humo, entre sombras, sentada sobre la alfombra escuchando una y otra vez las historias que con voz grave y quebrada, brotaban de sus labios. Nos acercaban a otras vidas, nos catapultaban a otros mundos, a otro tiempo que ya no habría de volver. Y el recuerdo de sus palabras llena el espacio donde ahora solo habita la ausencia. Donde ya nunca volverá. Con cuidado, dejo la llave junto al libro, echo un último vistazo a la habitación y en silencio, recorro el camino inverso sobre mis pasos. Salgo y sin volver la vista atrás, cierro la puerta.

[*palabras ilustradas: Igan & ZiRTäeB ]