jueves, 30 de julio de 2009

mercado de abastos


Recuerdo cuando era pequeña, uno de esos días en que estás lo suficientemente malo como para no ir al colegio, pero no lo bastante como para quedarte en cama. Entonces, por no dejarme sola en casa, mi madre me llevaba con ella a hacer los recados por la mañana. Era un sensación indescriptible, te sentías especial por tener acceso a una situación prohibida, ya que en ese momento deberías estar en tu pupitre, jugando con la plastilina, hablando con otros niños o leyendo cuentos y no en la calle ni en el mercado. Ahora de mayor, te parece una nimiedad, pero cuando eres pequeño, todo parece un mundo. Y cada uno de esos mundos es un nuevo mundo fantástico por descubrir. Recuerdo ir a hacer la compra al mercado de abastos. Lleno de gente y de ruido, aquello era toda una aventura. Donde ahora solo ves colas interminables y rutinarias obligaciones, antes era el paraíso de los sentidos. Sobre todo amplificado por las décimas de fiebre que iban aumentando según pasaba el día. El color inundaba los puestos: el naranja de las zanahorias y los melocotones, el rojo de los tomates y las fresas, el granate de las cerezas, el verde del brócoli y las espinacas, el amarillo de los plátanos. Los frascos de los encurtidos, minuciosamente ordenados, formaban una hilera perfecta sobre su estante. La carne, sobre las heladas baldas de metal, chorreaban aún sangre y casi podías sentirla palpitar. Los sacos de legumbres diminutas, todas diferentes, tan perfectas que te gustaría hundir la mano entre ellas para sentirlas entre los dedos. Los pollos, desplumados y pálidos colgaban de ganchos sobre el mostrador. Los peces te miraban con sus desamparados ojos muertos y cristalinos, mientras los cangrejos aún luchaban por escaparse de la malla moviendo sus patitas articuladas. Era como una gran orgía sensorial, desde el olor a galletas de la panadería al frío del hielo que conserva el pescado. A veces pienso, que ahora, deberíamos intentar volver a ver el mundo con los ojos de los niños que fuimos, seguiríamos fascinándonos igual que hace años.

lunes, 27 de julio de 2009

celos


Ningún sentimiento tan absurdamente irracional y tan atroz como los celos.
Ayer, a mitad de la noche se paró el universo cuando te ví besándola. Me imaginé que debía ser yo, y no esa otra chica, tu amante, el centro de tus atenciones, la causa de tus desvaríos y la dueña de tus pensamientos. Pero no soy yo, es ella. Y pudo haber sido cualquiera. Ahora los celos son algo tan estúpido como que hace algún tiempo yo mísma te dije que no. Esta es tu pequeña venganza y en este momento, me arrepiento.
He pasado la noche dando vueltas en la cama sin conseguir dormir, pensando en tus palabras, imaginando tus caricias, recordando tus ojos claros mirándome con deseo y tus manos recorriendo cada centímetro de mi piel. Pero es demasiado tarde, y ya solo puedo sentir tu ausencia, y esta mezcla de rabia y tristeza sin sentido.

viernes, 24 de julio de 2009

hechizo


Recuerdo que de pequeñas jugábamos a hacer magia. Era muy divertido, porque mis primos, algo mayores que nosotras, nos seguían la corriente, fingían caer en nuestros hechizos y cumplían nuestras órdenes como sumisos esclavos. En esos instantes, y aún siendo un poco consciente del engaño, te sentías poderosa. En esas tardes de sol y aburrimiento, te complacías observando la capacidad de tus superpoderes e incluso podrías vislumbrar un futuro no muy lejano, en el que contribuías a la salvación del mundo frente a diversas y horripilantes catástrofes. Tal vez tan solo era un juego de niños, pero son esas pequeñas cosas las que con el paso del tiempo rescatas en la memoria. Ahora me doy cuenta de cuanto agradezco haber vivido una infancia alejada de ordenadores, videoconsolas y cachivaches mecánicos de diversa índole, y poder haber sido feliz con cosas tan absurdas como una caja de cartón y un poco de imaginación.

viernes, 17 de julio de 2009

papiroflexia


Te veo concentrado en el movimiento de tus dedos sobre el papel blanco. Pasaría horas observándote construir figuras. Doblas cada pliegue con especial cuidado, y poco a poco el folio va cogiendo forma. Juegas con las hojas a construir universos paralelos de celulosa. Con paciencia infinita vas poblando esos mundos de pequeños seres níveos, bajo mi atenta mirada.
Cuando seamos mayores enseñaremos a nuestros niños a hacer origami, para que descubran ellos también el placer de entretenerse con algo tan sencillo como una simple hoja de papel.

miércoles, 15 de julio de 2009

mi ciudad contigo


Me quedaría horas en esta plaza. Rodeada de transeúntes que siguen su camino sin detenerse. A ras de suelo veo a la gente pasar. Todo gira a mi alrededor, solo yo estoy quieta, viendo las nubes correr entre los edificios. Es un oasis de tranquilidad en medio del caos urbano. 
Sé que echaré de menos estos atardeceres en la ciudad. Patear el asfalto, perderme entre las callejuelas. Descubrir pequeños detalles perdidos en los que nadie se fija. 
Pasaría tardes enteras mirándote a hurtadillas, sin necesidad de decirte nada, sintiéndote a mi lado. Perdería todo el tiempo del mundo escuchando tus historias, revolviéndote el pelo entre mis dedos, mientras a lo lejos se oye la banda sonora de esta ciudad, los músicos callejeros. 
Pero todo esto únicamente lo imagino, mientras recorro sola cada una de sus calles.
Sé que añoraré compartir mi Madrid contigo.

lunes, 13 de julio de 2009

luces estroboscópicas


Luz. Oscuridad. Destellos. Oscuridad. Luz. Te mueves al ritmo de la música. Apareces y desapareces en cortos intervalos. La luz diabólica te ilumina y en fracciones de segundo te devuelve a las tinieblas. Luz. Oscuridad. Colores. Juegas conmigo. Te mueves de forma frenética. Sonríes. Desapareces en las sombras. Te acercas. Vuelves a desaparecer. Me miras desde lo lejos. Luz. Oscuridad. Luz. Oscuridad. Ruido. Luz. Oscuridad. Me susurras al oído. Luz. Oscuridad. Bailas para mí. Luz. Oscuridad. Luz. Desapareces. Luz. Me coges de la mano y me arrastras por el túnel de gente. Luz. Oscuridad. Salimos a la calle. Me besas. Oscuridad total.

sábado, 11 de julio de 2009

música


Te veo sobre el escenario, sentado tranquilo frente al micrófono, entonando con tu voz melodiosa. Susurras las palabras como si no hubiera nadie más en la sala. Son tu victoria frente al silencio. No ves al público, solo sonríes, concentrado en la música. Y en ese momento te deseo. Deseo que me hables despacio al oído, que cantes solo para mí. Que me hipnotices con tus palabras mágicas. Que rompas la barrera del silencio para mí, más tarde, cuando estemos solo los dos. Que esto solo sea el principio del hechizo. Que sigas siendo una caja de sorpresas.

martes, 7 de julio de 2009

explosión


No se oye ningún ruido. Tengo los oídos taponados, el vacío que sigue a la detonación, ha llenado todo de silencio. Poco a poco, me reubico. Recuerdo dónde estoy, y qué ha pasado. Abro los ojos, entre el polvo, comienzo a distinguir vagamente las formas, los objetos que me rodean. Oigo tu respiración entrecortada, te busco casi a tientas a mi lado. Te cojo de la mano, bajamos por la escalera, y llegamos hasta la calle. Todo está cubierto por una espesa bruma. Avanzamos despacio entre los edificios en ruinas. Solo encontramos cadáveres en nuestro camino, ni rastro de ningún ser vivo. Tal vez nunca encontremos a nadie más, y estemos condenados a soportarnos. A lo lejos aún se puede distinguir un débil resplandor verde. Nada será igual después de la explosión.

domingo, 5 de julio de 2009

katiuskas


Te cuento lo que me pasa por la cabeza y sonríes. Me dices que soy imposible, y que nunca voy a cambiar. Que me busco los problemas donde todo podría ser fácil. Que necesito una certeza que no es posible conseguir, y que las dudas siempre estarán ahí, que nadie me va a ofrecer un contrato firmado para la posteridad. Que quiero una seguridad que no existe. Que él tiene todo el interés por mí que puede tener con lo poco que me conoce, que de otro modo, su comportamiento sería de psicópata. Me dices que esto es solo una pataleta absurda de niña caprichosa, que no me puedo enfadar solo porque un día no me haga caso, si yo tampoco le he ofrecido nada a cambio, él no puede adivinar lo que pienso. Me dices todo esto, abriéndome los ojos. Que somos dos idiotas, que ninguno sabe lo que en realidad quiere el otro, y ninguno se atreve a dar un paso más. Porque no sabemos si nos gana el miedo o la cabezonería de no dar nuestro brazo a torcer. Y sé que tienes razón, toda la razón del mundo. Pero en estos momentos, me siento como una niña pequeña con katiuskas metida hasta las rodillas en un charco bajo la lluvia. Y sé que tienes razón, pero no lo puedo evitar, sigo metida en el charco y la lluvia me está calando hasta los huesos.

viernes, 3 de julio de 2009

oscuridad


En la penumbra solo un punto de tu frágil cuerpo esta iluminado. La débil luz que entra por el ventanuco alcanza de pleno tu cuello blanco. Los rayos de luz inciden sobre tu piel haciéndola parecer casi transparente. Se oye un ruido. Mueves tu cabeza hacia un lado, dejando caer tus rizos castaños sobre el hombro izquierdo y tensando aún más los músculos de tu espalda. Con este movimiento dejas al descubierto tu dulce garganta desprotegida. Te miro a los ojos, tú no me puedes ver en la oscuridad, pero sí sentir. Se adivina el miedo en tu mirada. Estás alerta, paralizada por el terror, solo tu respiración es agitada y desacompasada. Entreabres los labios, para buscar la última bocanada de aire, y yo solo oigo tu corazón palpitar acelerado, deseando probar la sangre que brota en cada latido.