miércoles, 29 de septiembre de 2010

billar francés


Es un juego que no me interesa demasiado, y hasta aquel momento no me había fijado. Pero al verte allí, inclinado sobre la mesa de billar, iluminado vagamente por la luz tenue del local, solo una parte de tu cuerpo destaca sobre el resto. Tus antebrazos. Nunca había reparado en el potencial erótico de esta parte de tu anatomía, ahora no puedo dejar de pensar en ello. Sujetando el taco, concentrado en el movimiento de la bola, tus músculos se tensan, definiendo perfectamente la forma de tus brazos. La muñeca, girada, impulsa el taco en la dirección correcta, y el movimiento se extiende por todo el antebrazo, en una fracción de segundo. Es un breve paréntesis espacio temporal, me imagino esos antebrazos, fuertes, sujetándome con firmeza. Mi respiración se acelera. Clack! La bola blanca golpea en el punto exacto, y desliza lentamente la siguiente bola, consiguiendo una carambola espectacular.

lunes, 27 de septiembre de 2010

incrédulos


Me asalta un sentimiento dual. Por un lado, la situación me es muy familiar, se trata de la tradición y la cultura en la que me he criado, por otro lado, me es ajena, desde la mirada de un observador externo, y un punto de vista antropológico. Para cualquier persona neutral, puede rozar el surrealismo, la religión heredada de nuestros padres, la adoración de una imagen, un sentimiento colectivo basado en un mito. Para todo un pueblo, es la cotidianeidad de lo que siempre ha sido así y no se cuestiona. La repetición de una celebración que los une como comunidad. Una forma de ver más allá de lo que hay aquí. La tranquilidad de tener algo a lo que aferrarse. Cuestión de fe. A veces me pregunto si nuestro problema no será que ya no nos queda nada a lo que agarrarnos, que el escepticismo ha destruido todos nuestros modelos, que no nos queda nada en lo que creer. Me pregunto si realmente, no hemos sustituido unos personajes que nos parecían arcaicos por otros modernos. Hemos inventado nuevas historias para sustituir a las antiguas. Nuevas ficciones para cubrir el hueco de las anteriores. Me pregunto si no será necesario para sobrevivir seguir engañándose de alguna manera. Me pregunto si en realidad, alguna vez hemos dejado de hacerlo.

martes, 21 de septiembre de 2010

sueños


Me despierto sobresaltada. Hace frío. Abro los ojos en la oscuridad. Siento el pulso latiendo acelerado en la sien. He soñado contigo. Estoy en la cama, enferma, sepultada entre mantas, y vienes a verme. Te sientas al borde de la cama, te acercas a mí, me susurras algo ininteligible y me besas suavemente en la mejilla. Hago un esfuerzo por incorporarme buscando tus labios, pero cuando intento alcanzarte, te desvaneces. Entonces me despierto, helada. Me vuelvo a dormir, y en la duermevela se repite el mismo sueño.
¿Qué quiere decir esto? ¿Qué significan los sueños? ¿Nunca voy a ser capaz de decirte lo que me pasa por la cabeza? ¿Te vas a escapar entre mis dedos justo cuando te tengo al alcance de la mano?
No puedo dormir. Está amaneciendo. Entra el frío por la ventana. Me levanto a cerrarla. Comienza otro día sin tí.

Can you hear my heart beating like a hammer?



miércoles, 15 de septiembre de 2010

tristes despedidas


Nunca me gustaron las despedidas. Unos se van, otros llegan, y yo permanezco inmutable en mi sitio. El mundo gira a mi alrededor a toda velocidad. Me quedo quieta, como si con la falta de movimiento pudiera evitar el caos. Pudiera parar el tiempo. Robar unos segundos, que me den la posibilidad de reaccionar.

Da igual si la ausencia dura un rato, un par de días o una vida entera. Da igual si debería haber sido un hasta pronto, un adiós o un hasta siempre. Me bloqueo. Las palabras no brotan de mis labios. Estoy paralizada. Solo se abre un abismo de silencio entre los dos. No soy capaz de decirte buena suerte, ni buen viaje, ni quédate conmigo.

Ninguna despedida se parece a las mil versiones que he imaginado de ese momento. Nunca sale según lo previsto. Cada uno cuenta su historia, palabras vacías, pero lo importante es lo que queda por decir. A medio camino entre lo que piensas y lo que eres capaz de expresar. Las frases nunca pronunciadas, que se perderán en el olvido. Que después de un beso helado, se alejarán para seguir su propio camino hacia ningún destino.

sábado, 11 de septiembre de 2010

inaguantable


Siempre lo hago todo mal. Destruyo todo lo que toco. Estoy de mal humor y me comporto como una déspota. Desde pequeña me lo has dicho, que soy una estúpida, una egoísta, y que no iba a encontrar a nadie que me soportara. Ya estoy convencida, no hace falta que me lo repitas más. Ya lo sé. Sé que nadie me va a aguantar, sé que esto es lo que me merezco, porque hay días en los que no me aguanto ni yo mísma. Estoy atrapada en una existencia mediocre. Nunca voy a saber cómo hacer las cosas bien, nunca voy a saber querer a nadie. Muchas veces pienso que la gente que me rodea sería mucho más feliz si yo no estuviera aquí. Y casi siempre llego a la conclusión de que es cierto. Soy inaguantable.

martes, 7 de septiembre de 2010

septiembre


Septiembre de nuevo. Parece que fue ayer y ha llegado otra vez. El mes de las despedidas. Adiós verano. Y de los reencuentros. Hola rutina. El mes de los cambios, de los buenos propósitos, de la vuelta al cole. Septiembre de la ciclotimia de otoño, de sentir montañas rusas que descienden. También de las promesas incumplidas, de los sueños rotos. De noches que llegan pronto y días que amenazan lluvia. Septiembre de hojas caídas del calendario, hojas vacías que se lleva el viento hacia ninguna parte.

lunes, 6 de septiembre de 2010

lunes


Detesto los lunes. Es el día maldito de la semana. Después del caos, todo comienza de nuevo en lunes. Suena el despertador cuando apenas acabas de conciliar el sueño, el agua de la ducha está helada, se te queman las tostadas y se ha acabado el café. Todas las rutinas son de lunes. Las mimas caras somnolientas en el metro, las miradas taciturnas, los empujones, el mismo tipo con la música de sus auriculares a todo volúmen. Son personajes secundarios de la película de los lunes. Todos los lunes del calendario son días nublados, da igual si coincide que llueve o si da la casualidad de que hace sol. Todos los lunes son de inestabilidad variable. Todos los lunes son días perdidos. Hoy me siento muy de lunes. Demasiado de lunes. Espero que este día no se repita durante toda la semana. Solo espero que todos los días de septiembre no se conviertan en otro lunes.

jueves, 2 de septiembre de 2010

la estación fantasma


Cuando era niña me entusiasmaba montar en metro. No era un transporte que utilizara frecuentemente, y por ello cada trayecto se convertía en una pequeña aventura. Me parecía fascinante que el tren se deslizara por el subsuelo de la ciudad, por debajo de las calles que tantas veces había recorrido. De la mano de mi padre, pegaba la cara al cristal, para escrutar los oscuros túneles durante el viaje. Forzaba la vista, para intentar entrever algo más que mi propio reflejo sobre la superficie del cristal. Cual fue mi sorpresa, cuando en uno de los viajes, en vez de una interminable pared cubierta de tuberías, apareció ante mis ojos una estación fantasma. Abandonada y cubierta de polvo, se desvelaba entre luces tenebrosas. Fueron solo unos pocos segundos de silencio, en seguida volvió de nuevo la pared, y la siguiente estación, con el bullicio de los viajeros saliendo y entrando, y el ruido mecánico de las puertas al abrirse y volverse a cerrar. Observé incrédula a los demás pasajeros, pero ninguno parecía haberse dado cuenta de aquello. Empecé a pensar que todo había sido una alucinación. Esperaba ansiosa el viaje de vuelta a casa, para comprobar si podría verlo de nuevo. Pegué mi cara al cristal antes de llegar a la estación de Bilbao, tapando cualquier resquicio de luz con mis manos, y allí estaba de nuevo. No había sido fruto de mi imaginación. La estación fantasma estaba allí.
Han pasado los años, y por mucho tiempo que pase, no puedo evitar escudriñar por la ventanilla cada vez que paso por la estación de Chamberí. Después descubrí que era una estación que llevaba cerrada más de cuarenta años, que estuvo en uso desde la inauguración de la línea 1 del metropolitano de Madrid en 1919 hasta que decidieron cerrarla en la primavera de 1966 debido a su cercanía con otras dos estaciones y la imposibilidad de ampliar sus andenes, y que recientemente se ha convertido en museo.
Sin embargo, pese a conocer esta explicación tan prosaica, que por otro lado, busqué en su momento con interesada curiosidad, prefiero imaginar que es una estación fantasma, pegar mi cara al cristal los escasos segundos que aparece entre las dos paradas, e imaginar a los posibles viajeros que han pasado por allí. A veces los imagino en los primeros años, vestidos de charlestón, viajeros modernos que utilizan este medio de transporte para ir a fiestas y recepciones en los sitios más distinguidos de la ciudad; otras veces me imagino el horror de la guerra, cuando el metro se convirtió en un refugio contra las bombas que asolaban el exterior, con ciudadanos aterrorizados que buscan un poco de seguridad; o pasajeros del comienzo de los años 6o, con un país que comienza a despertar y chicas con minifaldas de estampados psicodélicos...
A menudo imagino que alguno de ellos sigue allí, en la estación fantasma, atrapado en el tiempo, observando cómo cambian los viajeros que pasan en cada tren, con sus caras pegadas al cristal.