martes, 24 de febrero de 2009

algodón de azúcar


Foto: "Muerte por algodón de azúcar"
Serie Bittersweet, Daniela Edburg

Hacía años que no lo probaba, cuando de repente aparece el postre: fresas y helado de mascarpone cubierto de algodón de azúcar.
Al deshacerlo en mi boca, en un instante, me trae recuerdos de cuando era pequeña. Las noches de feria, el final del verano, el suelo de arena cubierto de papeletas de la tómbola, el olor dulzón del aire y el sonido intermitente de las atracciones.
Nada que ver con ahora, en la penumbra de este restaurante, adormecida por el suave vino rosado de la cena, tú enfrente mío, me observas desde el otro lado de la mesa, me acaricias con tu mirada, deseando que nos vayamos a casa. Entonces yo, te hago esperar un poco más, mientras me chupo despacio los dedos pegajosos de azúcar.

lunes, 23 de febrero de 2009

vértigo


Vértigo a cambiar de bando. Vértigo a dejar de ser de los fracasados, que solo ven la vida pasar desde el suelo. Vértigo a pasar al lado de los luchadores, que fracasan de nuevo, fracasan mejor. Pero lo intentan, se arman de valor, cogen carrerilla y saltan. Vértigo a andar en la cuerda floja. Vértigo a que todo lo construido paso a paso se derrumbe. Vértigo al abismo. Vértigo a dejar de ser de los perdedores. Vértigo al vacío. Vértigo a caer sin red. Vértigo a que te tiendan una mano amiga. Vértigo a ser feliz por un instante. Solo vértigo.

sábado, 21 de febrero de 2009

luna


Ya es de noche. Se podrían ver las estrellas, pero no.
Doblo la esquina, envuelta en mi bufanda, tiritando de frío.
Y de repente, todo huele a algodón de azúcar y caramelo.

Porque cuando tú me dices luna, yo pienso licantropía.
No lo puedo evitar, aún a sabiendas que no es la respuesta.
Aún sabiendo que no es eso lo que quieres oir.

No mires hoy al cielo buscando dibujos en las nubes.
Ni te imagines de qué hablan los extraños que te rodean.

Hoy, cuando vuelvas la vista atrás, no encontrarás nada.
Solo oscuridad. Solo la luna llena, de nuevo.

viernes, 20 de febrero de 2009

miércoles, 18 de febrero de 2009

miedo


Me da miedo cuando duermes. Te miro fijamente para ver si sigues respirando, me acerco a tí para sentir tu aliento, hasta que finalmente me quedo dormida yo también. Te abrazo, y no es solo para dormir junto a tí, sino para sentir los latidos de tu corazón, para asegurarme de que sigues allí.
Miedo de que me dejes, miedo de que desaparezcas, miedo de perderte, miedo de que nunca hayas estado aquí.

domingo, 15 de febrero de 2009

Chamberí


Redescubro lugares por casualidad, rincones de una ciudad que conozco, pero que hasta este momento, no había visto de esta manera, con otros ojos.
Chamberí es uno de ellos.
Por un lado, la plaza, en el centro de Madrid, pero tan extraña, es como entrar en una burbuja de tranquilidad, donde por un instante se olvida el tráfico, las prisas, el agobio de la gran ciudad. Y solo quedan los árboles, el silencio, los bancos donde sentarse a leer al sol y el templete. Con solo cerrar los ojos te puedes imaginar a la orquesta tocando dentro, transportada a otra época, a un Madrid decimonónico, ves a los transeúntes de otro siglo, ataviados con sus trajes largos y sus bombines, arrullados por la música y por el sonido incesante de los tranvías.
Por otro lado, la estación de metro fantasma, ahora convertida en museo, pero que hasta hace muy poco solo era una estación vacía, que apenas se vislumbraba al pasar dentro de los vagones, con la cara pegada al cristal, para ver, entre el reflejo de las luces de dentro, el andén desierto, con sus carteles de propaganda antigua y sus azulejos desvencijados. Era fácil imaginar, que al pasar velozmente el tren, un viajero se asomaba al andén y te miraba fijamente desde un lugar inexacto, donde esperaría durante toda la eternidad, a un metro que ya no pararía nunca más allí.
Pero esto son solo imaginaciones sobre una ciudad. Tal vez atravieses cada día la plaza mirando al suelo, sin vislumbrar nada de esto, tal vez vayas demasiado pendiente de tus propios pensamientos para ver nada más allá, apresurándote a cruzar antes de que el semáforo se ponga rojo.

sábado, 14 de febrero de 2009

muñecas de porcelana


Siempre me dieron miedo las muñecas de porcelana, con su redonda y blanquísima cara y sus ojos de cristal con largas pestañas. Con su pelo de nylon, sus pequeñas manos y sus vestidos antiguos. Te miran fijamente desde la estantería y por las noches sus ojos vidriosos reflejan la luz que se cuela por la persiana, dándoles un aspecto siniestro. Cada vez que la miro, en las noches de insomnio, creo que va a mover uno de sus bracitos articulados, que su boquita de piñón se va a abrir y a emitir algún sonido. Incluso, que me va a sonreir de forma diabólica desde allí, como si supieran algún secreto que yo no sé. Además, mi muñeca tiene entre sus manos un pequeño corazón de porcelana roja hecho añicos. Es la muñeca perfecta para regalar un día como hoy.

viernes, 13 de febrero de 2009

descuidos


Detesto que ahora se haga de día tan pronto, y que el sol inunde el autobús cuando voy a la oficina. Me hace pensar que voy demasiado tarde, me distrae de la lectura. Hoy olvidé mi libro en casa, y ese pequeño descuido ha marcado mi mañana. Ha bastado un pequeño descuido para abrir la caja de los truenos. Porque sin apenas darme cuenta, me puse a leer los mensajes que me habías mandado, y que aún, después de tanto tiempo, soy incapaz de borrar. Y eso me ha hecho sentir muy triste, encerrada en un autobús detenido en un atasco y atestado de gente. Y me ha hecho sentir así, porque si no puedo borrarlos, quiere decir que aunque sepa que no merece la pena malgastar ni un minuto pensando esto, aunque lo intente, aún no he podido olvidarte.

jueves, 12 de febrero de 2009

dos palabras, ocho letras


Sabes tan bien como yo que cuando pronunciaste esas dos palabras se truncó todo. Que fue ese el principio del fín, el comienzo de la catástrofe y no cualquier otro motivo. Fueron esas ocho letras, lo que marcó el punto de inflexión, el punto de no retorno. Porque un "te quiero" a destiempo es más peligroso que el silencio, más afilado que una daga, da más miedo que ninguna otra expresión que antes hubiera salido de tus labios. Ese par de palabras, esas ocho letras, fueron el principio del desastre.

miércoles, 11 de febrero de 2009

naufragio


He vuelto a soñar contigo, te digo. Tú nunca me crees. Me miras mientras duermo y me sonríes al despertar. Pero no me crees. Estás acostado a mi lado, me abrazas, me acaricias la espalda y me besas en la nuca. Nunca crees lo que te digo. Pero yo hoy he vuelto a soñar contigo.
Desde el primer momento en que te ví en sueños, me dí cuenta de que podría naufragar en el profundo azul de tus ojos. Entonces, supe también, que aunque jugaras conmigo, aunque te gustaran mis palabras, y aunque me desees buenas noches cada día, nunca me querrás lo suficiente como para rescatarme del naufragio.

domingo, 8 de febrero de 2009

nubes de golosina


Recetas caseras para problemas cotidianos.
Si te quedaste sin voz, sin palabras, lo mejor es calentar leche con nubes de golosina, hasta que se derritan, y beberlo inmediatamente.
Es solo azúcar, piensas, pero funciona. O eso dicen.
Lo mejor es hacer el ritual al meterte en la cama, arropada con mil mantas, y esperando un beso de buenas noches. Mientras te haces la dormida y escuchas ese cuento de sus labios.
Si no te sirve de placebo, al menos, te endulzará el carácter.

sábado, 7 de febrero de 2009

tiempo


- Te compro tu tiempo - le dijo al salir por la puerta del establecimiento.
Ella no sabía quien había hablado, de dónde salía aquella voz, pero de pronto le vio acercarse. Era un tipo bien vestido, pero descuidado, una especie de mendigo elegante, sin duda un trastornado.
- El tiempo no se puede comprar – se apresuró a contestar ella. Estaba perpleja, no podía decir con seguridad si aquel individuo le parecía cuerdo o loco.
- Todo se vende y todo se compra en esta vida, niña – siguió diciendo él mientras se alejaba – y lo que más miedo te da perder, eso te es robado.
Tal vez solo eran palabras sin sentido, pensó en silencio. Pero ahora no podía evitar darle vueltas...

viernes, 6 de febrero de 2009

viajes en metro


Pudo ser un viaje anodino. Un par de paradas de metro. Pero no lo fue, porque él se cruzó en su camino. Con su libro, tranquilo, subió al vagón delante suya. Pudo haber sido un flechazo. Pero no lo fue, porque él no se dió cuenta de nada. Sus miradas se cruzaron, sí, pero ella bajó la vista enseguida. Ruborizada, solo pensaba en saber qué era lo que leía y trataba de adivinar en qué estación se bajaría él. Le miraba a hurtadillas, hasta que sus ojos se cruzaron con los suyos. Pero no supo ver. Sus ojos miraban al infinito. Si más tarde, hubiera vuelto a encontrarle por casualidad, ella habría pensado en el destino. Pero no lo hizo, porque solo duró un instante, nunca más sus vidas volvieron a cruzarse.

soledad


Nunca entendí cómo alguien puede tener tanto miedo a estar solo, a su propia soledad. Como se aferra a cualquiera como a un clavo ardiendo. Buscas incansablemente algo que nunca encuentras, lo buscas en las personas que se cruzan en tu camino, una tras otra, una detrás de otra, pero ninguna parece ofrecértelo. A veces tardas más, y otras veces te das cuenta enseguida, de que no es eso lo que quieres. Con algunos te has hecho la ilusión de que podría ser eso lo que esperas, pero siempre ocurre algo que da al traste con tus planes. Y seguirá ocurriendo una y otra vez. Porque lo que no acabas de comprender, es que estás destinado a estar solo, que no importa si a veces alguien te acompaña en el camino, te miente diciendo que va a estar ahí o te sigue el juego. Al final, siempre te va a fallar de una forma u otra, tarde o temprano. Te da miedo estar solo porque en el fondo, sabes que no puedes contar con nadie, que seguramente dentro de un tiempo, no puedas contar ni siquiera contigo mísmo.

martes, 3 de febrero de 2009

tacones


Si tuvieras que pensar cómo se camina, no podrías dar ni un solo paso. La solución, por tanto, es no pensarlo demasiado.

Escoges unos bonitos zapatos, te los pones despacio, y echas a andar. Es entonces cuando te sientes poderosa, subida sobre tus tacones de vértigo. Zapatos rojos de tacón de aguja para conquistar el mundo, para que tiemble el suelo bajo tus pies.

Esos pies que él imagina de forma enfermiza, ese oscuro objeto de deseo, tus pies descalzos caminando por la arena, tus pequeños pies envueltos en frías sábanas de seda, tus pies entre sus manos, observados ávidamente por sus ojos, acariciados suavemente por sus dedos, obsesivamente besados por sus labios…

Tus pequeños pies con las lunas perfectas de sus uñas ocultas bajo esmalte black cherries. Tus pies escondidos dentro de unos bonitos zapatos.

A la espera. Impacientes porque él los descubra.

lunes, 2 de febrero de 2009

3:00 a.m.


Desde que eras una adolescente te gusta escuchar programas de misterio en la radio de madrugada, mientras todos en la casa duermen. Parece que te fascina robarle horas al sueño y pasar miedo, sola, en la oscuridad de tu cuarto. Ayer antes de dormir, escuchaste la última historia, sobre los visitantes de alcoba. Extraños seres que se presentan en la habitación, a los pies de la cama, con aire fantasmagórico, generalmente sobre las tres de la madrugada y que suelen presagiar desgracias. Un fenómeno espeluznante, piensas, y te acuerdas de aquella vez que no pudiste dormir en toda la noche pensando en las combustiones espontáneas. Pero esas cosas en realidad no pasan, te dices para tranquilizarte, intentando conciliar el sueño. Al final consigues dormirte, pero te despiertas, como tantas otras noches. Miras el reloj, son las 2:59 am. Un escalofrío te recorre de pies a cabeza. Escrutas la oscuridad, y te escondes bajo las mantas. Por pura sugestión empiezas a sentir pánico. No eres capaz ni de asomar la cabeza para ver qué hora es, si ha pasado el tiempo. Deberías dejar de escuchar esas historias para poder dormir por las noches. Ahora no te atreves ni a destaparte ni a cerrar los ojos. Los segundos se hacen interminables. Te vas quedando dormida, hasta que de repente, una mano te agarra el tobillo. Tu primer instinto es gritar, pero estás paralizada. Consigues abrir un ojo y ves con sorpresa que ya es de día, te han venido a despertar. Te levantas y te miras al espejo. Unas profundas ojeras delatan una mala noche, otra noche de insomnio más. Llegas a la oficina, y todos se ríen mientras les cuentas tu odisea nocturna, pero nadie, ninguno de ellos, querría haber estado en tu lugar.

domingo, 1 de febrero de 2009

cow parade




De la noche a la mañana tenemos nuevos visitantes. Han invadido la ciudad sin que nos demos apenas cuenta. Son vacas que se mueven a su antojo por Madrid. Hay cientos de ellas. Por todas partes. La gente no advierte su peligro, se hacen fotos con ellas, no saben que han venido para quedarse. Están ahí, paradas, parecen tranquilas, nos dan los buenos días por la mañana. A mí me dan miedo. Ellos no lo saben, pero cuando nadie las ve, cobran vida. Se mueven, vagan por la ciudad, buscan campos verdes donde pastar y huir del tráfico. De noche, antes de que pongan las calles, vuelven a su sitio. Pero yo me he dado cuenta, al pasar por su lado, de que se ha desplazado unos milímetros, o ha cambiado ligeramente de posición. Nadie más lo ha advertido, pero yo lo sé. Ayer incluso, una de ellas me guiñó un ojo.