Duele. Sin darte cuenta, se ha hecho pedazos. Duele tanto ahora. Tanto que quizás de haberlo sabido, habrías elegido no quererme. De haberlo sabido, hubieras elegido escapar a tiempo. Hubieses elegido no estar allí. Pero ahora es demasiado tarde. Y ya solo quedan cenizas. Quizás de haberlo sabido, habrías blindado tu corazón con acero. De haberlo sabido. Pero ahora solo puedes recoger los pedazos. Ahora duele. Y duele más que nunca. Duele saber lo que se avecina. Y duele la espera. Duele imaginar en tu cabeza ese momento. Y vuelve a doler cuando en realidad llega. Duele el futuro sin mí, casi tanto como duele el recuerdo de un pasado que ya no está. Tanto que recoges los pedazos en silencio. Duele. Los miras, incapaz de hacer nada. Duele tanto que no puedes mover ni un solo dedo, pronunciar ni una sola palabra. Tanto que cierras la puerta, echas la llave a tus recuerdos, y los pedazos, inertes, se pierden el olvido.
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