Hace veinte años ya, y podría ser ayer. Vuelvo a casa caminando, despacio. Es el momento del día en que mejor se piensa. Es de noche, las luces iluminan vagamente los adoquines, y las ideas se entremezclan al arrullo del tráfico en la metrópoli. Ya no existe aquel muro. Sin embargo, habrá otros. Es fácil llegar a crearlos, sin apenas darse cuenta. Un día, de la mañana a la noche, están ahí. Nadie sabe cómo han aparecido. Ni por qué. Se repiten los mísmos esquemas. Se cae en los mísmos errores. Es una espiral sin sentido y sin final. Es tan sencillo dejarse arrastrar y tan difícil salir. Es de nuevo, el eterno retorno de lo mísmo. Hace veinte años, y parece que fue ayer. Llego al portal, busco las llaves, que tintinean dentro del bolso y entro al apartamento. Cierro la puerta. Me quito las botas y camino a oscuras descalza. Aquí y ahora, todo es silencio.
Igual que se construyen se derriban, ¡ pero cuidado que no sean los muros de tu casa !
ResponderEliminarPd: Noviembre el mejor mes del año