jueves, 23 de agosto de 2012

noche


El calor es asfixiante. Bailo al ritmo de la música. Me dejo llevar por el sonido envolvente. En la penumbra solo puedo distinguir vagamente otros rostros, lejanos, que se mueven desacompasados. Las luces estroboscópicas crean una atmósfera irreal, apareciendo y desapareciendo entre jirones de humo blanco. Sigo bailando, intentando olvidarme de todo, necesito beber algo. En ese momento siento que tus manos me tapan suavemente los ojos. Me susurras algo, pero la música atronadora hace que se pierdan tus palabras. Sonrío, me doy la vuelta, buscándote. Me sigues hablando al oido. No puedo verte, pero el roce de tus labios sobre el cuello me hace estremecer. Me encanta sentir tu aliento, tan cerca, me haces cosquillas. Sabes que me vuelve loca. Ya no escucho la música, todo mi mundo se ha reducido a la más completa oscuridad y a sentirte. Tus manos se desplazan con cuidado, en la nuca, tus dedos entre mi pelo, vas bajando lentamente por mi espalda, te enredas en mi cintura. Cierro los ojos, me giro, buscando a tientas tu boca. Te encuentro, te beso, despacio, como nunca. Me encantas, casi te había olvidado, pero ahora tus besos siguen sabiéndome a ron dulce y a historias por contar.

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