martes, 17 de agosto de 2010
mentiras mínimas
La luz del exterior se cuela por las rendijas de la persiana. Dibuja formas caprichosas sobre la pared. Mira cómo se mueven, hipnotizada por sus formas cambiantes. No puede dormir, tiene los ojos abiertos, y una sonrisa le ilumina la cara. Está tumbada sobre la cama deshecha, él está a su lado, rodeándola con sus brazos. Se ha detenido el tiempo en esta mañana de domingo. Observa su reflejo borroso en el espejo. No es perfecta, no tiene un cuerpo espectacular, ni una personalidad arrolladora. No hace falta, por fin se ha dado cuenta. Después de años de complejos, de intentar alcanzar un ideal imposible de mujer, lo ha descubierto. No cambiaría nada de este momento. Ni sus palabras, ni sus miradas, ni sus caricias. Todo permanecerá anclado en su memoria. Un recuerdo nítido. Sobre todo su forma de hacerla sentir la persona más especial que nunca ha conocido. Tal vez todo sean ilusiones efímeras. Tal vez mañana todo esto formará parte de un pasado sin futuro. Tal vez sea una pequeña mentira. Pero esta mínima ficción le ha devuelto la confianza en la realidad.
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Merece la pena el instante, sobretodo si invocas esa teoría de Nietzsche, el eterno retorno, y haces de un instante el infinito.
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