martes, 3 de mayo de 2011

dormidos


Las sábanas están revueltas, me despierto abrazada a la almohada. Desde pequeña me duermo sintiendo su tacto frío entre los dedos, no soy capaz de conciliar el sueño de otra manera. Es una mañana calurosa y la luz trémula se cuela por la ventana entreabierta, proyectando curiosas sombras sobre los objetos. Desde lejos, desde el otro lado de la cama, me miras sonriendo. Me has estado observando mientras duermo. Sé que te encanta hacerlo, aunque yo me muero de vergüenza cada vez que lo pienso. Porque hablo en sueños, y seguro que sin darme cuenta, te he dicho que te quiero. Me acerco a tí y te doy un beso. Todavía es muy temprano, me dices entre susurros. Quitas la almohada, levantas despacio las sábanas y nos escondemos debajo, abrazados. Cierro los ojos, para dormir contigo de nuevo. Para soñar otro rato. Te cojo de la mano, entrelazando con fuerza tus dedos. Así me aseguro de que no te escapas. De que te quedarás conmigo. Por mucho que me lo pregunto, aún no sé cómo te he encontrado. Ahora solo quiero que no te vayas de mi lado.

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