lunes, 29 de junio de 2009

conversaciones frente a un microondas


- ¿Café solo?
- Sí.
- ¿Más?
- No, que luego no duermo.
- ¿Tienes insomnio?
- Sí.
- ¿Y qué haces? ¿Piensas en mí?
- ...


[diálogos del principio]

sábado, 27 de junio de 2009

autobuses


Mi tía ya ha subido al autobús, estoy en la plataforma esperando a que salga hacia su destino, y de repente te veo allí. Estás parado frente al vehículo, con la mirada seria. En un principio pienso que estás como yo, despidiendo a algún familiar, esperando a que el autobús comience su camino. Pero no, me fijo mejor y veo que tienes una maleta a tus pies, y un billete entre las manos. No sé a qué esperas, ni por qué no subes. Me imagino que estás esperando a alguien que no llega, porque miras insistentemente el reloj, y de vez en cuando alternas la mirada desde tu muñeca hasta el conductor, y luego al fondo de la estación, hacia las escaleras que vienen desde la calle, por donde llegaría un pasajero en el último momento. Pero solo avanzan los minutos, nada más se mueve. Decides meter la maleta en el coche, pero sigues con el billete arrugado entre tus dedos. Aún queda tiempo, supongo que piensas. Sigues allí de pie, abstraído en tus propios pensamientos. Entonces me imagino, cómo sería si fuera yo a quien esperas, cómo sería el reencuentro, y dónde escaparíamos, lejos de esta ciudad de asfalto. Y me da miedo, porque pienso que te pareces tanto a él, que todos sois clones de ese otro chico de mi pasado, que todos me parecéis iguales, que todos sois la misma persona, todos sois altos y morenos, con gafas de pasta negra y patillas, con vaqueros y camisetas modernas, todos tenéis la misma voz, todos sois un amargo recuerdo en mi memoria. Pero no, tú ni siquiera me has visto allí, soy para tí solo una sombra difusa que espera junto a tantas otras en el andén. Miras por última vez el reloj y decides subir. Y nunca sabré si esperabas a alguien que nunca llegó, o si simplemente, no querías montar aún. Yo, por si acaso, por lo que no fue, te despido con la mano desde abajo, hasta que el autobús se pierde en el horizonte.

jueves, 25 de junio de 2009

nuca


La reunión se alarga demasiado. Nos miramos entre nerviosos y aburridos, unos juegan con el bolígrafo entre sus dedos, otros bostezan disimuladamente, y la mayoría, desconecta y pierde la mirada entre el suelo y la pantalla. De repente te veo delante, en la silla. Levantas los brazos despacio, y te recoges el pelo con la mano, dejando ver en tu nuca una pequeña estrella tatuada. Jamás hubiera imaginado aquel dibujo sobre tu piel, ahora no puedo evitar verte con otros ojos. Me despierto completamente, dejando volar la imaginación. Ya no estamos allí, en aquella sala aséptica y fría, sino tumbados sobre la hierba, en una tarde de verano. Hace calor y tu piel brilla bajo el sol, te acaricio la espalda, siguiendo la línea de las vértebras hasta llegar al nacimiento del pelo. Recorro con mis dedos el pequeño tatuaje. Cada una de sus puntas, sus líneas de tinta. Pero en un instante, dejas caer tu pelo castaño sobre los hombros. El cielo se cubre de nubes, y se esconden las estrellas. Ya no se oyen las palabras monótonas de la presentación, levanto la cabeza, ha terminado, chirrían las sillas sobre el suelo de linóleo, nos vamos, dejamos la sala vacía.

miércoles, 17 de junio de 2009

entrevistas


Te sientan en una habitación vacía, en una mesa inmensa con una silla y un bolígrafo. Una hoja con un test interminable. Treinta minutos. Preguntas que se repiten una y otra vez con diferentes versiones. Preguntas trampa para comprobar tu nivel de tendencia a la mentira. Preguntas con truco. Preguntas estúpidas en las que ninguna respuesta es válida. Preguntas en las que todas las respuestas son correctas. Preguntas en las que te gustaría escribir una opción C que no existe. O una nota al pie para preguntarles si creen que tienes problemas mentales para elegir entre una de las respuestas propuestas. ¿Es que acaso quieren que comiences a pintar series de tres seises y cruces invertidas en los márgenes del folio? ¿O que firmes con tu propia sangre sobre el papel en blanco? ¿O que te levantes de la mesa y hagas trizas su maldita hoja llena de estupideces? Pero no haces nada de eso. Simplemente te imaginas en tu cabeza pequeñas venganzas contra ellos. Mientras, rellenas con tinta azul las casillas de cada una de las preguntas. Cuando terminas, sales de la habitación, entregas tu hoja amablemente al entrevistador y te despides con una sonrisa.
Otra entrevista más.

sábado, 13 de junio de 2009

besos de cereza


Busco en mi bolso el cacao de cerezas. Tras revolver todo, lo encuentro y lo saco. Lo abro lentamente y me lo acerco a los labios, mientras tú me miras ansioso. Has perdido el hilo de lo que decías por desviar tu mirada hacia mi boca. Es de cereza, te digo, rompiendo el silencio, huele muy bien. Y sabe mejor, pienso, pero no te lo puedo decir delante de todos. Veo en tus ojos que aún no sabes leer entre líneas, que aún no sabes descifrar mis palabras. Pero no sé si me da más miedo tener esta certeza, o sospechar que algún día, no muy lejano, cambien las cosas, y tal vez, me quieras.

martes, 9 de junio de 2009

reflejos truncados


Mira de reojo su reflejo en el espejo. La imagen distorsionada que le devuelve el cristal no es la suya. Es otro el que está allí atrapado. Es otro el que le hace muecas de desesperación. Es otro el que le mira fijamente a los ojos, el que pasados unos segundos interminables, le esquiva la mirada. Es otro el que se aleja hacia el lado contrario, es otro el que se da la vuelta y echa a andar. Es un camino sin retorno. Es un viaje hacia la nada. Haga lo que haga, el otro sigue allí. Es una pesadilla que se repite. Es el miedo a su propia ausencia. Un espejismo que le persigue. Es peor que una sombra sin rostro pegada a sus talones. Es un espectro que le roba su reflejo y se le aparece cada vez que se mira en un espejo.

sábado, 6 de junio de 2009

orden cuadriculado


A veces no nos damos cuenta, o nos olvidamos, pero reflejamos una imagen que tal vez no se corresponda con lo que pensamos que somos. Tal vez nuestra idea sea la equivocada, tal vez la de los demás. Quizás ninguna sea real. Nos sorprende de repente un comentario sobre detalles en los que nunca habríamos reparado, sobre manías que dejamos de percibir, sobre excentricidades que se han vuelto cotidianas.
Hasta que un día, merendando en la cocina, con tus galletas ordenadas en fila a un lado de la mesa, y la mermelada y la cuchara en el otro, sin previo aviso, la persona que tienes enfrente, comenta a modo de broma, que pones las galletas en línea, y que cuando tengas un novio le vas a dejar que te bese exclusivamente en horario de 8 a 10.
Ese es el momento en el que te planteas que tu vida es más cuadriculada de lo que quisieras, que tal vez hayas dejado de vivir para seguir manteniendo en pie esas cuatro paredes que forman tu celda, has dejado de escribir para no manchar de tinta el papel en blanco, has dejado de pensar para no verbalizar tus propias ideas, has dejado de sentir para que no fluya la sangre por tus venas. Has dejado de existir para no desordenar el espacio.