La reunión se alarga demasiado. Nos miramos entre nerviosos y aburridos, unos juegan con el bolígrafo entre sus dedos, otros bostezan disimuladamente, y la mayoría, desconecta y pierde la mirada entre el suelo y la pantalla. De repente te veo delante, en la silla. Levantas los brazos despacio, y te recoges el pelo con la mano, dejando ver en tu nuca una pequeña estrella tatuada. Jamás hubiera imaginado aquel dibujo sobre tu piel, ahora no puedo evitar verte con otros ojos. Me despierto completamente, dejando volar la imaginación. Ya no estamos allí, en aquella sala aséptica y fría, sino tumbados sobre la hierba, en una tarde de verano. Hace calor y tu piel brilla bajo el sol, te acaricio la espalda, siguiendo la línea de las vértebras hasta llegar al nacimiento del pelo. Recorro con mis dedos el pequeño tatuaje. Cada una de sus puntas, sus líneas de tinta. Pero en un instante, dejas caer tu pelo castaño sobre los hombros. El cielo se cubre de nubes, y se esconden las estrellas. Ya no se oyen las palabras monótonas de la presentación, levanto la cabeza, ha terminado, chirrían las sillas sobre el suelo de linóleo, nos vamos, dejamos la sala vacía.
Bueno, sí que eres prolífica!
ResponderEliminarVoy a tener que dedicarle un buen tiempo a leer tus relatos.Ya estás en mi reader.
Buena narrativa.
Viva el insomnio.
No existe mejor forma de evasión...
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