jueves, 13 de mayo de 2010

tristeza


Eran los ojos más tristes que había visto nunca. La observó fugazmente. Solo un instante. No podía ver ninguna parte más de su rostro, ni un gesto, ni siquiera podía leer las palabras que no salían de sus labios. Como si un velo ocultara sus facciones. Solo sus ojos. Aquellos ojos oscuros. Unos ojos que le estaban llamando a gritos, que decían todo en el más absoluto silencio. Unos ojos que derrochaban tristeza. Pero no había ningún velo. Su cárcel no tenía paredes, su jaula no tenía barrotes. Encerrada en su propia soledad, en su propia tristeza, en el brillo de aquellos ojos negros. Fue solo un instante, pero recordaría aquellos ojos durante el resto de sus días. Volvería a buscar esos ojos durante toda la vida.

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