miércoles, 5 de mayo de 2010

luz de vela


La llama se mueve trémula, acompasada con tu respiración. La vela se está derritiendo lentamente y termina por caer una gota sobre la palma de mi mano. La cera ardiente lacera mi piel con un dolor sordo y penetrante. Me cierras los ojos con tus manos heladas. Otra gota cae más cerca de mi muñeca. Arde, y siento como se solidifica sobre mi piel. Se escucha música suave de fondo. Y el pulso acelerado de mis latidos me golpea las sienes. Muevo la mano libre, estirando el brazo sobre las sábadas gélidas. Con un movimiento rápido me sujetas la muñeca sobre la almohada. Dejas caer otra gota, esta vez sobre mi antebrazo. Y otra más, sobre mi hombro. Siento el calor de la vela demasiado cerca. De nuevo otra gota me abrasa el cuello. A la vez siento tus dedos fríos sobre mis párpados. Acercas otra vez la llama. Continúas esta lenta tortura. Abro la boca para dejar escapar una débil queja, un suspiro mudo. Sin embargo no emito sonido alguno, un frío glacial me sobresalta. Hielo sobre mis labios. Se derrite y las gotas de agua fría se deslizan por mi barbilla, hacia mi cuello, sobre la piel dolorida donde un instante antes quemaba la cera. Coges el hielo entre tus dedos, y recorres lentamente mi piel. Sueltas mi mano, y besas despacio mis labios insensibilizados. Apenas siento ya el contacto de tus dedos helados. Tus pasos se alejan. Cierras la puerta. Abro los ojos y ya no estás allí. Solo permanece el leve titilar de la vela. Me acerco, el centelleo de la llama es hipnotizante. Vuelvo a cerrar los ojos. Entonces apago la vela y me quedo quieta, sumida en la más profunda oscuridad.

1 comentario:

  1. Tiene una atmósfera no propia del lugar !
    Casi que ahoga y atrapa...

    ResponderEliminar