Camina con pasos cortos por el andén, deambulando de un lado al otro. Con sus rizos naranjas moviéndose con cada salto, y su abrigo de tweed marrón. Lleva unos grandes auriculares que parecen sacados de una película de los años 70. Su figura es anacrónica, parece que acaba de aterrizar en la estación procedente de otra época. Es una viajera del tiempo. El edificio es moderno, repleto de máquinas, de robots, de ruidos metálicos y tacto frío. Camina como deslizándose sobre las baldosas, con los ojos cerrados. Los robots la observan fascinados. Ella mueve los labios, cantando bajito, y les saluda moviendo la mano, con un casi inaudible "bip bip" cuando la miran fijamente. Se acercan despacio, con su sonido monótono, y sus luces intermitentes, parece que van a transmitirle algún mensaje cifrado. Ella les sortea, con paciencia, mientras espera el tren, como cada mañana, para cruzar la ciudad entre la niebla.
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