En la penumbra solo un punto de tu frágil cuerpo esta iluminado. La débil luz que entra por el ventanuco alcanza de pleno tu cuello blanco. Los rayos de luz inciden sobre tu piel haciéndola parecer casi transparente. Se oye un ruido. Mueves tu cabeza hacia un lado, dejando caer tus rizos castaños sobre el hombro izquierdo y tensando aún más los músculos de tu espalda. Con este movimiento dejas al descubierto tu dulce garganta desprotegida. Te miro a los ojos, tú no me puedes ver en la oscuridad, pero sí sentir. Se adivina el miedo en tu mirada. Estás alerta, paralizada por el terror, solo tu respiración es agitada y desacompasada. Entreabres los labios, para buscar la última bocanada de aire, y yo solo oigo tu corazón palpitar acelerado, deseando probar la sangre que brota en cada latido.
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