domingo, 5 de julio de 2009

katiuskas


Te cuento lo que me pasa por la cabeza y sonríes. Me dices que soy imposible, y que nunca voy a cambiar. Que me busco los problemas donde todo podría ser fácil. Que necesito una certeza que no es posible conseguir, y que las dudas siempre estarán ahí, que nadie me va a ofrecer un contrato firmado para la posteridad. Que quiero una seguridad que no existe. Que él tiene todo el interés por mí que puede tener con lo poco que me conoce, que de otro modo, su comportamiento sería de psicópata. Me dices que esto es solo una pataleta absurda de niña caprichosa, que no me puedo enfadar solo porque un día no me haga caso, si yo tampoco le he ofrecido nada a cambio, él no puede adivinar lo que pienso. Me dices todo esto, abriéndome los ojos. Que somos dos idiotas, que ninguno sabe lo que en realidad quiere el otro, y ninguno se atreve a dar un paso más. Porque no sabemos si nos gana el miedo o la cabezonería de no dar nuestro brazo a torcer. Y sé que tienes razón, toda la razón del mundo. Pero en estos momentos, me siento como una niña pequeña con katiuskas metida hasta las rodillas en un charco bajo la lluvia. Y sé que tienes razón, pero no lo puedo evitar, sigo metida en el charco y la lluvia me está calando hasta los huesos.

1 comentario:

  1. Y es que es un placer eso de jugar en los charcos, lastima que se deje de hacer con la edad (ellos se lo pierden)

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