domingo, 6 de junio de 2010

despedida


Te observo, reflejado en el líquido viscoso sobre el suelo de cerámica. Oigo que me chillas algo incomprensible. Varias veces. No te entiendo. Intento leer tus labios en el reflejo, pero me siento demasiado débil para concentrarme. Cierro los ojos. Oigo como tus pasos se acercan hacia mí. Te siento muy cerca. Me gritas aún más fuerte mientras me zarandeas. Vuelvo a abrirlos y consigo enfocar la vista sobre tus ojos, en los que leo el pánico, bajo la mirada hacia tu mano, que sostiene la cuchilla, y puedo ver tu cara, surcada por enormes lágrimas. Cierras los ojos y me abrazas. Ninguno de los dos podía seguir luchando. No podías continuar rescatándome siempre. Ahora el abismo es demasiado profundo. Quédate aquí. Déjame ir, pero prométeme que no te olvidarás de mí.

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