Este pensamiento rebota en su cabeza. Da vueltas y vueltas.
¿Por qué pronunciaría esas palabras en ese preciso instante? ¿No era justo lo contrario de lo que querría haber dicho? ¿Por qué siempre hace complicado lo sencillo?
Todo es una terrible sucesión de malentendidos. De pequeñas catástrofes. Y ahora no puede escapar de esta sensación de vértigo. Porque, ¿quién le dijo a él que ella le había dejado de querer en ese momento, y no todo lo contrario, que no le empezó a querer solo entonces?
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