lunes, 27 de septiembre de 2010

incrédulos


Me asalta un sentimiento dual. Por un lado, la situación me es muy familiar, se trata de la tradición y la cultura en la que me he criado, por otro lado, me es ajena, desde la mirada de un observador externo, y un punto de vista antropológico. Para cualquier persona neutral, puede rozar el surrealismo, la religión heredada de nuestros padres, la adoración de una imagen, un sentimiento colectivo basado en un mito. Para todo un pueblo, es la cotidianeidad de lo que siempre ha sido así y no se cuestiona. La repetición de una celebración que los une como comunidad. Una forma de ver más allá de lo que hay aquí. La tranquilidad de tener algo a lo que aferrarse. Cuestión de fe. A veces me pregunto si nuestro problema no será que ya no nos queda nada a lo que agarrarnos, que el escepticismo ha destruido todos nuestros modelos, que no nos queda nada en lo que creer. Me pregunto si realmente, no hemos sustituido unos personajes que nos parecían arcaicos por otros modernos. Hemos inventado nuevas historias para sustituir a las antiguas. Nuevas ficciones para cubrir el hueco de las anteriores. Me pregunto si no será necesario para sobrevivir seguir engañándose de alguna manera. Me pregunto si en realidad, alguna vez hemos dejado de hacerlo.

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