domingo, 5 de diciembre de 2010

madrugadas


Entra despacio, gira la llave con cuidado y se quita los zapatos de tacón evitando hacer ruido. Avanza por el pasillo, descalza y a oscuras para no despertarme. Se mete en el baño y por la puerta entornada deja escapar un haz de luz. Me encanta espiarla por la rendija. Se desviste frente al espejo, observando su silueta de reojo. Abre los botones del vestido uno a uno, jugando con ellos entre sus dedos, y lo deja resbalar por sus hombros, hasta caer al suelo. Se pone una camiseta y se deshace el recogido, llenando el lavabo de horquillas. Se observa en el espejo, pensativa mientras se desmaquilla. Primero los labios, que pierden su color granate en un suspiro. Después los ojos, que horas antes había perfilado en negro con un trazo perfecto. Parece no gustarle la imagen que ve. Apaga la luz y entra en la habitación. Se tumba a mi lado en la cama, mete una mano bajo la almohada, y con la otra me busca a través de las sábanas, hasta encontrarme. Yo continúo haciéndome el dormido, adivinando sus movimientos en la oscuridad, escuchando su respiración pausada. Me giro y la beso en los labios. Buenas noches, pequeña. Entonces, entrelaza sus dedos con los míos, apretándolos con fuerza, hasta quedarse dormida.

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