Hace unos días me preguntabas que por qué no me gustaban estas fechas. No me gustan porque tienes la obligación de estar contento, cuando tal vez no sea cierto, porque hay que aparentar ser una familia feliz cuando eso no es más que una quimera, porque desbordan consumismo. Porque quisieras que pasara como una noche cualquiera. Porque cada año es lo mísmo, te recuerda que no ha cambiado nada, que ha pasado otro año más, y que todo sigue siendo igual. Te recuerda que tu vida es mediocre, que no has logrado nada, que sigues como cuando tenías catorce años. Que a pesar de que tienes unos padres que se desviven por tí, unos amigos que te quieren, unos compañeros que te aprecian, no eres capaz de encontrarle sentido a la vida, a levantarte cada mañana, a seguir adelante. No eres capaz de ver lo afortunada que eres, de disfrutar. Te estás convirtiendo en una amargada, cada vez más replegada sobre sí mísma, cada vez más distanciada de todo, cada vez peor.
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