miércoles, 20 de mayo de 2009

un mediodía cualquiera


Estoy sola en la pequeña cocina de la oficina. Es raro que no haya nadie a estas horas. Llegas, subes las escaleras y te asomas. Me saludas con la mano. Todos los sitios están vacíos. Vienes hasta mi mesa y te sientas enfrente de mí. Te miro. Ambos tenemos la misma comida de tupper. Es la mesa de las lentejas, dices bromeando. No paras de hablar. Yo aún no he abierto la boca. Mira qué bien, nos han dejado la mesa para los dos. Empiezas a comer. Qué romántico, aunque mejor si me pongo en el otro lado, comentas. Te digo que no con la cabeza, mejor así. Te miro, creo que te doy un poco de miedo. Nunca te acercas demasiado. Comemos en silencio, una cucharada, y luego otra, despacio. Qué bien me caíste el otro día, me sueltas de repente. Asiento y te sonrío. Tú a mí también, pienso. Pero no te lo digo. Termino de comer. A tí aún te falta el postre. Me levanto y friego los platos. Hasta luego, te digo. Me miras desolado y te quedas allí sin decidirte a levantarte de tu silla.

2 comentarios:

  1. Que cruel, seguro que él no sabía leer miradas y no entendía muy bien que pasaba por la cabeza !

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  2. Sí, altamente probable, pero así son las cosas entre ellos...

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