miércoles, 29 de abril de 2009

horario laboral


Subo las escaleras conteniendo un suspiro, esperando encontrarte en el descansillo o verte desaparecer entre las puertas del ascensor, sin que me de tiempo a alcanzarte. Entro a la sala y lo primero que hago, casi inconscientemente, es mirar hacia tu sitio, para ver si estás allí. Si todavía continuas allí.
Intento disimular los nervios, y hablo con los demás fingiendo que no pasa nada, pero en realidad procuro no perder detalle de cada uno de tus movimientos. Te observo a hurtadillas, sin atreverme a dirigirte ni una sola palabra. Solamente mis ojos buscan tu ojos, mientras tú pareces ignorarme. Pocas veces se cruzan nuestras miradas. Sin embargo, aunque tú no lo quieras reconocer, yo sé que también me buscas.
Muchas veces te imagino en otro contexto, fuera de estas cuatro paredes, más allá de esta oficina, pero entonces tu figura se desdibuja, como si fueras un ente anclado a este espacio, un espectro que no tiene cabida fuera de aquí. Tal vez fuera, ya no serías tú. Seríamos otro tú y otro yo, pero ya no seríamos los mismos, ya no seríamos nosotros dos.
Entonces, tras unos breves instantes, vuelvo a mis pensamientos circulares, me alejo y sigo esperando cruzarme contigo por un estrecho pasillo, donde me saludes con fría cortesía, mientras yo te devuelvo una sonrisa tímida. Sigo esperando verte en la cocina, compartiendo en silencio una taza de café. Sigo esperando que avances algún paso hacia mí, que muevas ficha en este tablero imaginario.
Y así se pasa el tiempo. Termina otra jornada, una más, y apenas nada ha cambiado. Salgo del edificio esperando volver a ver tu silueta en el portal, o en la calle, fumando un cigarrillo tras otro con aire despistado, convirtiendo en humo los problemas del día. Transformando en palabras vacías todo lo que yo no soy capaz de decir.

domingo, 26 de abril de 2009

despertar


Me despierto desubicada, ya no estás aquí conmigo entre las sábanas revueltas. Miro por la ventana: la luz se cuela entre las rendijas de la persiana. Debe ser bastante tarde. El olor del café recién hecho invade todo el apartamento. De repente oigo la música de la guitarra. Avanzo descalza por el pasillo, guiada por el sonido, y te veo en el salón, tocando en el sofá. Frente a tí, dos tazas intactas. Te observo desde el marco de la puerta. Cuando te das cuenta, me miras despacio, y sonríes. Tocas para mí, nuestra canción preferida. Cierro los ojos y tarareas la melodía. Avanzo hacia tí y te doy un beso de buenos días. Hoy es una mañana perfecta de domingo.

miércoles, 22 de abril de 2009

una pequeña venganza de la realidad


5. malos presagios

Pero a veces las sonrisas también engañan. Y mientras él estaba tan lejos, ella pensaba cómo sería todo cuando volviera. Pensaba si todo aquello tenía algún sentido. Pensaba si él también se acordaría de ella en aquel momento. Esperaba con ilusión la postal que él prometió, tras esa conversación que auguraba muchos otros cafés futuros. Pero esa postal nunca llegó, porque él se olvidó de echarla al correo. Y esto, debió ser un mal presagio desde el principio, aunque en ese momento, ella, no supo verlo.

[*una historia escrita a cuatro manos: ALieNa & ZiRTäeB]

martes, 21 de abril de 2009

manos


Fotografiaba manos. Únicamente manos. De una forma casi obsesiva. Pero no eran unas manos cualquiera. Aquellas manos eran, en cierto sentido, especiales. Todas aquellas manos escondían algo más, le recordaban a algún instante de su pasado. Las manos eran difíciles de fotografiar. A veces no salían como él quería, a veces no mostraban lo que en realidad, querían contar. Observaba cada fotografía, buceando en su memoria para rescatar el recuerdo de las manos retratadas. Por ejemplo, recordaba frecuentemente esas manos de mujer que tambolireaban nerviosas en la barra del bar. O aquellas rudas manos de hombre, que sujetaban con firmeza un nudo de cuerda. Las manos frágiles de pianista, que acariciaban las teclas con suavidad. O las manos protectoras de una madre acariciando la cabeza de un niño pequeño. Aquellas manos grandes que cogían la pluma como quien se aferra a un salvavidas, naúfragas sobre el vacío del papel en blanco. O sus propias manos, sosteniendo la cámara y ajustando el enfoque a las manos de otros. Sin embargo, pese a que tenía multitud de fotografías, seguía buscando manos incesantemente. Las manos que le mostraran algún secreto oculto, las manos que le contaran lo que quería saber, lo que buscaba. Las manos que le permitieran dejar de buscar.

lunes, 20 de abril de 2009

cuentos


Escribía a ratos, sobre todo en las noches calurosas. Se sentaba en su escritorio, abriendo la ventana para que entrara la brisa del mar, y poder así soportar los veranos asfixiantes de aquella ciudad. Encendía su lamparita de mesa y comenzaba a teclear en su vieja Olivetti verde oscuro. Aquella máquina y la pasión por las historias era lo único que había heredado de su madre. Era lo único que le ligaba al pasado. Comenzaba a teclear, con el sonido constante, el monótono repiqueteo del metal sobre el papel, y multitud de personajes pugnaban por salir de su cabeza y llenar de tinta el folio en blanco. A partir de ese momento, ellos se hacían responsables de los cuentos, le hacían escribir como un autómata, dirigiendo sus propios destinos. Al terminar, casi siempre al alba, guardaba los folios en el fondo de un oscuro cajón. Junto a tantos otros. Junto a tantas historias olvidadas, que alguna noche escribió en su vieja máquina, y que tal vez, algún día, alguien leerá, haciéndolas de nuevo, cobrar vida.

domingo, 19 de abril de 2009

tormenta


Mira a su alrededor y solo ve oscuridad. Un relámpago ilumina toda la calle. Instantes después, el sonido de un trueno la sobresalta. No hay nadie más. Está sola en medio de la tormenta. El cielo, es un lienzo manchado de grises. Es una masa compacta que se va a abalanzar sobre ella. De pronto, explota, con un sonido atronador. Se derrumba sobre la ciudad. Comienza a llover. A diluviar. Ella ha parado de correr, se detiene, y deja que las gotas de lluvia se confundan con sus propias lágrimas. En este preciso instante, está convencida de que después de la tempestad, llegará la calma. Tal vez no sepa cuando, pero tiene la certeza de que en algún momento, llegará. 

jueves, 16 de abril de 2009

de madrugada


Es de madrugada. Intento moverme de forma sigilosa, sin hacer ruido para no despertarte. Salgo de tu casa y la calle está desierta. No debería irme así, lo sé, pero aún así lo hago. Ha sido perfecto. Demasiado bueno para ser cierto. Ahora tengo miedo de que no haya sido real. Pero camino por la calle y el aire helado me convence de que no fue solo un sueño. No debería marcharme de esta manera. Sé que cuando mañana despiertes, te habré roto el corazón. Sé que mañana, estaré muy lejos de aquí. Sé que mañana, odiarás haberme conocido. Y tal vez lo lamente, porque nunca lo había pasado tan bien con una chica como tú.

martes, 14 de abril de 2009

como en casa


- ¿A ti que te gusta más, París, Roma o Berlín? – preguntó de repente.
- Difícil elección, ¿no crees? Además, no conozco ninguna de esas tres ciudades – contestó tras una pausa. No se esperaba esa pregunta que no venía a cuento.
- Venga, si te tuvieras que ir a vivir a una de las tres, ¿cuál elegirías? Tienes que decir una – insistió.
- Pues a ver, en Berlín hablan alemán, y no entendería nada… en París debe hacer mucho frío en invierno, y yo soy muy friolera… en Roma… no sé.
- ¿Entonces te irías a Roma? ¡Viva l’Italia! – y se rió.
- No, a Roma no. Si es que no te enteras de nada. Me iría a Berlín. Allí también debe hacer mucho frío en invierno, por lo que no saldría demasiado a la calle. Y no entendería a nadie ni nadie me entendería. – se quedó en silencio unos segundos con el rostro serio y la mirada abstraída, y luego añadió – Nada que no ocurra ya aquí. Sería como estar en casa, supongo.

[* microrrelato por smiler]

lunes, 13 de abril de 2009

terror


Siempre te lo digo. Nos gusta pasar miedo. Tener la certeza de que hay algo fantástico ahí fuera. Nos excitamos con el terror, nos hace sentir vivos. Nos encantan las historias sobrenaturales, lo que no terminamos de entender de forma racional, el lado oscuro de nuestro subconsciente, la caja de Pandora que lucha por ser abierta. Nos da pánico, pero nos atrae. Nos encanta acurrucarnos en el cine y mirar entre los dedos aquello que no debemos ver. Es la puerta que se abre y oculta lo desconocido, es el abismo al que inevitablemente terminamos asomándonos. Nos hipnotiza el misterio, nos fascina lo prohibido. Y tú, aunque no quieras reconocerlo, lo sabes tan bien como yo.

viernes, 10 de abril de 2009

un puñado de estrellas



Bájame un puñado de estrellas.
Vuélcalas sobre las sábanas.
Ven a mi lado. Shhh... no digas nada.

miércoles, 8 de abril de 2009

insomnio


Tic tac. La aguja del reloj avanza de forma inexorable. Tic tac. Estoy tumbada en la cama deshecha. Tic tac. Cierro los ojos. Tic tac. No puedo dormir. Tic tac. Insomnio. Tic tac. Abro los ojos y miro al techo. Tic tac. No voy a ser capaz de conciliar el sueño en toda la noche. Tic tac. Y eso equivale a demasiado tiempo para pensar. Tic tac. Mi vida está estancada en un punto de no retorno. Tic tac. En stand by. Tic tac. Nunca nada cambia. Tic tac. Solo pasa el tiempo. Tic tac. Pero nunca pasa nada. Tic tac. Me siento tan pequeña. Tic tac. Entra luz por las rendijas de la persiana. Tic tac. Cierro los ojos. Tic tac. Otra noche en blanco más. Tic tac. Voy a estrellar este maldito reloj contra la pared. Tic tac. Plum. No me dejes volver a beber café solo a media tarde.

lunes, 6 de abril de 2009

azotea


Estamos subidos a la azotea. Comienza a caer la tarde, y el cielo se tiñe de rojo. Las nubes gotean sangre sobre el asfalto. Siempre te gustó ver las ciudades desde arriba, a vista de pájaro. Sentir la grandeza de los edificios, ver las personas como diminutas hormigas en las calles, y sobrevolar por los tejados, como un gato, dando saltos. Siempre te gustaron las tardes de domingo previas al verano, cuando se intuye el calor aún por llegar. Siempre te gustó mirar sin ser visto, como una especie de francotirador, o de voyeur, que disfruta paralizando el tiempo de los objetos que observa. Cámara en mano, con la ciudad a nuestros pies. Te vas reconciliando con Madrid. Encuadras, enfocas, disparas. Encuadras, te acercas, cada vez más, y no sé si tu objetivo es el horizonte, el edificio Metrópolis que queda a tu izquierda, o yo, que quedo a tu derecha, sobre el vacío. Tan solo nos separa la cámara. Te acercas, me dices que me esté muy quieta, que no puedo pestañear si quiera, porque saldría movida la fotografía. Click. Encuadras, enfocas, cierro los ojos. Disparas. Click. Te acercas. Click. Me das el primer beso, allí, en la azotea.

domingo, 5 de abril de 2009

fotografía


...Se sentó sola en la única silla del jardín, para leer aquel fragmento que tanto le gustaba. Lo leía en silencio, sin mover apenas los labios, evocando otra lectura: la de su voz envolviéndola por completo.
Así, se quedó dormida, mientras sostenía entre sus dedos un pequeño trozo de papel. Una fotografía en blanco y negro, la prueba de que no todo había sido un mal sueño, un retrato que le había robado un pedazo de alma.

jueves, 2 de abril de 2009

sala de exposiciones


Resuenan mis pasos en la sala vacía, tan silenciosa, con las fotografías perfectamente alineadas en las paredes, blanquísimas. Todos se mueven como espectros, vagando de una o otra, deteniéndose a observar cada detalle, escudriñándo la imagen y pensando para sí mísmos, o completando un monólogo sin voz.

Unas palabras, del fantasma que discurre delante de mí, y se ha parado a mi izquierda, me sobresaltan:

- Es curioso. No dejo de mirarla y es imposible. No puede verse en una misma ventana dos imágenes reales.
- No, obviamente no es posible. Es una paradoja visual.

Y tal vez, si no me hubiera dicho esto, con las prisas, no me habría fijado en ese absurdo.

miércoles, 1 de abril de 2009

en la orilla del mar


Quiero vivir cerca del mar. Para oir el rumor constante de las olas. Para pasear por la orilla, dejándo mis huellas sobre la arena húmeda. Para sentir la brisa, salada sobre mi piel. Para ver desaparecer el sol en el horizonte. Para perderme en el azul del mar y el rojo del cielo.

Para construir ciudades efímeras en la orilla, que duran lo que tardan las olas en destruir los castillos de arena.