Pudo ser un viaje anodino. Un par de paradas de metro. Pero no lo fue, porque él se cruzó en su camino. Con su libro, tranquilo, subió al vagón delante suya. Pudo haber sido un flechazo. Pero no lo fue, porque él no se dió cuenta de nada. Sus miradas se cruzaron, sí, pero ella bajó la vista enseguida. Ruborizada, solo pensaba en saber qué era lo que leía y trataba de adivinar en qué estación se bajaría él. Le miraba a hurtadillas, hasta que sus ojos se cruzaron con los suyos. Pero no supo ver. Sus ojos miraban al infinito. Si más tarde, hubiera vuelto a encontrarle por casualidad, ella habría pensado en el destino. Pero no lo hizo, porque solo duró un instante, nunca más sus vidas volvieron a cruzarse.
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