Porque los cambios dan miedo, y en el fondo, los dos, siempre fuimos un poco cobardes. Nos gustaría no estar aquí, frente a un café, con una mesa que nos separa. Pero tenemos pánico a saltar al vacío, no vaya a ser que después del abismo haya un complicado laberinto que recorrer.
¿En qué momento nos convertimos en espectadores de nuestra propia vida? ¿Cuándo dejamos de ser los protagonistas?
Como leí alguna vez en algún sitio, las metáforas son peligrosas, el amor puede surgir de una sola metáfora.
No sé, tal vez todo esto es solo lo que yo siento. Tal vez tú ni siquiera quieras saltar conmigo. No lo sé. Nunca se me dio bien adivinar lo que piensas.
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