miércoles, 11 de marzo de 2009

plenilunio


Mira qué luna, dijiste. Y sin tú saberlo fueron las peores palabras que podías haber pronunciado. Porque hace no demasiado tiempo, las había escuchado de otros labios perfectos, los mísmos que me contaron muchos otros preciosos embustes.
Y tus palabras me hicieron mirar fijamente esa enorme luna, hipnotizándome al instante. Con la mirada perdida en el cielo, comencé a sentir cómo cambiaba mi fisonomía: poco a poco se agudizaba mi oído, veía con más nitidez, mis colmillos se afilaban, y se erizaban todos los vellos de mi cuerpo, hasta explotar de ira.
Porque cuando tú me dices luna, vuelvo a pensar, de nuevo, licantropía.

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