Y tus palabras me hicieron mirar fijamente esa enorme luna, hipnotizándome al instante. Con la mirada perdida en el cielo, comencé a sentir cómo cambiaba mi fisonomía: poco a poco se agudizaba mi oído, veía con más nitidez, mis colmillos se afilaban, y se erizaban todos los vellos de mi cuerpo, hasta explotar de ira.
Porque cuando tú me dices luna, vuelvo a pensar, de nuevo, licantropía.
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