Desde fuera la historia es divertida: jugamos a un juego al que yo no se si sabes que jugamos. Intuyo que sí, que lo sabes. Solo que mueves tus fichas con un mayor cuidado. Eso es de buen jugador. Ir cubriendo las apuestas. Poner cara de póquer. No dejarse impresionar por los faroles y mirar a los ojos en el momento preciso. Por eso no está claro quién juega con quien. ¿Quién arrastra a quien?
Quizás lo único que verdaderamente importa es que un día llegaste tarde y a partir de entonces la historia se giró. Ahora, cada día se despliega una oportunidad y en cada hora caben cientos, miles de posibilidades de volver a encontrarme con tu sonrisa por un pasillo deslucido. Pero también de maldecir a mi aciago destino, porque he cruzado la puerta cinco segundos después que tú te fueras. No puedo controlar la vida que nos acecha tras cada esquina, aunque quisiera atraparla y secuestrarla contigo dentro. No me queda más que esperar, encomendarme a los dioses, a mi ingenio y a la discreta complacencia con que has prometido raptarme de esta vil realidad que nos circunda una tarde, espero, no muy lejana. ¿Cuántas emboscadas por urdir?
Por el momento, tengo un recuerdo. La silenciosa atención con que bebías mis palabras una mañana de marzo, mientras la lluvia rasgaba las ventanas. Paciencia. El universo conspira sin que nosotros lo sepamos. ¿Dónde volveremos a encontrarnos?
[*una historia escrita a cuatro manos: ALieNa & ZiRTäeB]
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