martes, 27 de enero de 2009

desastre


Eres un completo desastre. Pero supongo que eso me encantó desde el principio. Recuerdo aquel día, cuando apenas nos conocíamos, no sabíamos de qué hablar y me diste aquel regalo con la etiqueta del precio aún puesta. Yo te sonreí, y con disimulo me lo pegué entre los dedos y lo tiré a la papelera, sin dejar de mirarte, para que no te dieras cuenta. Supongo que eres un cincuenta por ciento de desastre y otro cincuenta de encanto. Y en mi cabeza la parte buena siempre se sobrepone a la mala, sobre todo visto ahora, con el paso del tiempo. Sobre todo difuminado con mi mala memoria. Recuerdo que me fascinaban tus detalles, siempre tan inesperados, que me hacían el triple de ilusión que cualquier regalo caro e inútil. Sabías como encandilar a una chica, y eso se agradece. Sabías cómo hacerme vivir en una nube, y de eso solo puedo objetar que me dejaras caer desde tan alto. Recuerdo la conversación de aquel primer día, cuando no era capaz de mirarte a los ojos, y solo podía mirar tus labios, moviéndose despacio, mientras hablabas y hablabas sin parar. Recuerdo cómo te preocupabas por mí a cada instante, como si en cualquier momento me fuera a romper, como una pieza de frágil cristal, como un pez sacado de su acuario que necesita oxígeno para seguir viviendo. Y resultó que no eras tú el desastre, sino yo, porque yo no era lo que tú esperabas, yo no era ella. Ni nunca lo seré, porque solo soy yo, un vago recuerdo en tu olvido, un día tachado en tu calendario. De esa noche, solo me arrepiento de no haberte hecho el suficiente caso, de no haberte ni siquiera tocado cuando te acercaste a mí, de no haberme perdido en el fondo de tus ojos, de no haber besado tus labios perfectos. De esa noche, solo me arrepiento de lo que no puedo recordar hoy con anhelo. De que no hubiera un pequeño desastre compartido.

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