Era un de los días más fríos del invierno. El cielo, repleto de nubarrones negros, y las temperaturas muy por debajo de los cero grados, invitaban a quedarse en casa. Sin embargo, se armó de valor, y salió sin pensarlo dos veces. Cogió su cámara y echó a andar. Necesitaba respirar el aire helado antes de que sus pensamientos empezaran a derretirse en su cabeza. Necesitaba organizar sus sentimientos. Necesitaba capturar ese momento, ver cómo otros hacían lo que él era incapaz. Necesitaba robar trocitos de alma antes de que la suya propia se congelara. Necesitaba hacerlo antes de que la idea que le rondaba se instalara allí definitivamente. Antes de que ella fuera alguien a quien echar de menos, antes de que el olvido fuera imposible. Por eso salió a la calle aquel día horrible. Dentro, solo quería escapar de sí mísmo. Fuera, procuraría tener cuidado y no resbalar con la nieve mientras pensaba en todo esto.
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