sábado, 17 de enero de 2009

te encantaba


Desde la primera vez que le viste, supiste que él sería la causa de tu perdición. Así estaba escrito. Y te encantaba. Te encantaba verle pasar por delante de tu casa con su abrigo de paño negro, con las solapas levantadas, su sombrero y sus gafas, como un galán de los años 50, como si quisiera imitar en su vida a un gentleman de película, a Humphrey Bogart. Te encantaba oir sus historias, escuchar sus palabras que lograban encandilar tu ánimo, caer en sus trucos de seducción de Casanova. Te encantaba observarle al caer la noche, entre dos luces, con el cigarrillo siempre entre su mano y su boca, con el humo rodeándole y haciendo que se nublara totalmente tu entendimiento, cayendo en un estado casi hipnótico, bajo su embrujo. Te encantaba tenerle cerca, saber que por momentos se desvivía por ti, que cada minuto que no ensombrecía el alcohol, tú ocupabas por completo su pensamiento. Desde la primera vez que supiste de él, te encantaba. Sabías que su inestabilidad haría añicos tu frágil equilibrio emocional, pero no te importó. Desde aquella primera vez, hace ya tantos años, supiste que ese era tu destino.

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